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Los alimentos ecológicos no son ni más sanos ni más seguros ni más nutritivos, pero tienen menos huella de CO2 y son más respetuosos con el medioambiente.

A menudo, los alimentos ecológicos se perciben como una opción más saludable en comparación con los alimentos convencionales. Sin embargo, es importante aclarar que la salud y los beneficios nutricionales de los alimentos dependen de varios factores y que la etiqueta «ecológica» por sí sola no garantiza que un alimento sea más saludable.

Los alimentos ecológicos se caracterizan principalmente por la forma en que se cultivan y procesan los alimentos, pero no necesariamente por su contenido nutricional. Se producen siguiendo ciertas normas, como la prohibición del uso de ciertos fitosanitarios y fertilizantes sintéticos, pero esto no garantiza automáticamente un perfil nutricional superior.

Si bien los alimentos ecológicos no utilizan fitosanitarios sintéticos, aún pueden estar expuestos a otros naturales o a prácticas de control de plagas alternativas. Además, la cantidad de residuos de fitosanitarios en los alimentos convencionales está en la mayoría de las ocasiones, dentro de límites seguros establecidos por regulaciones de seguridad alimentaria.

Es igualmente importante destacar, que la salud de una dieta no depende de si los alimentos son ecológicos o convencionales, sino de la elección de alimentos individuales y la calidad general de la dieta. Recordamos que en la variedad está la clave, y que el futuro está en las dietas personalizadas -lo que es bueno para un individuo, no tiene que ser bueno para otro-.

Por lo tanto, ¿cuál es la lógica de lo ecológico? Mientras que los alimentos ecológicos tienen beneficios ambientales y pueden ser una elección ética para algunas personas, no se puede afirmar que sean inherentemente más saludables en términos de contenido nutricional.

La salud de una dieta depende de muchos factores, incluyendo la elección de alimentos frescos y variados, independientemente de si son ecológicos o convencionales.

En este sentido, la producción ecológica es una tendencia innegable, que se ha instalado en los mercados. Por ello, la Comisión está poniendo mucho empeño en el desarrollo de este nicho de mercado, y la Estrategia sobre Biodiversidad para 2030 y la Estrategia de la granja a la mesa, unidas al próximo plan de acción para una contaminación cero del aire, el agua y el suelo han establecido acciones concretas en toda la cadena alimentaria.

Entre las iniciativas de la Comisión Europea destaca el Plan de Acción 2021-2027, que pretende alcanzar el objetivo del Pacto Verde Europeo de destinar el 25 % de las tierras agrícolas de la UE a la agricultura ecológica de aquí a 2030.

Y con todo ello, me pregunto si basar la legislación únicamente en las tendencias sociales podría llevar a decisiones impulsivas que no tengan en cuenta la estabilidad a largo plazo de la producción de alimentos.

Las necesidades reales de la población a menudo están relacionadas con la seguridad alimentaria, la sostenibilidad y la disponibilidad constante de alimentos de calidad. Si la legislación se basa en las tendencias actuales, podría ignorar las preocupaciones futuras relacionadas con la seguridad alimentaria y la agricultura sostenible.

 

Además, el sector agroalimentario es fundamental para la economía de la UE y proporciona empleo a millones de personas. Legislar únicamente en función de lo que la población cree que necesita podría tener un impacto negativo en la economía si se toman decisiones que desincentiven la producción agrícola o la industria alimentaria global. Es importante que la Comisión Europa encuentre el equilibrio entre las demandas sociales y la viabilidad económica de su plan anteriormente mencionado.

En resumen, el enfoque legislativo que se pretende llevar a cabo desde Bruselas debería tener más lógica que ideología, basado en un análisis cuidadoso y una evaluación equilibrada de todas las consideraciones relevantes. Si bien las tendencias sociales pueden proporcionar información valiosa para la formulación de políticas, es importante equilibrarlas con las necesidades reales de la población y considerar factores como la estabilidad, la economía, la nutrición y los intereses diversos al legislar en el sector agroalimentario y en otros ámbitos.

 

Carmen Báguena Ferratges.