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El lector avezado que siga los asuntos europeos seguramente me dará la razón cuando afirmo que hay dos grandes tendencias que confluyen actualmente y que tensionan los debates políticos, justo antes de que Bruselas deje de lanzar iniciativas y se ponga en “modo electoral” cara al año que viene.

Por un lado, nos encontramos con los que siguen a pie juntillas una visión rígida – casi mantrica diría yo- de la urgencia climática y la necesidad de seguir tomando medidas, pase lo que pase. Son los defensores a ultranza de las Estrategias Green Deal y Farm to Fork, una corriente que no solo defiende el Sr Timmermans en Europa sino muchos otros políticos a nivel nacional.

Un buen ejemplo precisamente es su país de nacimiento, Holanda, que ha bajado el límite de velocidad en sus autovías de 120 a 100 para encauzar sus emisiones de CO2 hacia los objetivos UE. Mas aun, parece que quieren ser los primeros de la clase y según una reciente filtración a la prensa, el gobierno esta preparando un plan para limitar las cabezas de ganado – una por cada 0,35 Ha-, y sacar de la producción al 30 % de la ganadería a través de programas de apoyo: 5,8 mil millones de € y otros 521 para restaurar el medio para pájaros e insectos. Netherlands two cows per field limit incenses farmers (archive.ph) . Todo ello para conseguir los objetivos en materia de nitrógeno, clima y agua.

La filtración no parece haber hecho gracia alguna a los agricultores, y quizás por ello el movimiento agrario BBB haya ganado las recientes elecciones regionales.  Parece pues que tanto el primer ministro Rutte como el Comisario Timmermans van a tener difícil su futuro político.

Y esta reacción es al que me da pie a comentar la otra corriente, llamémosla critica, que empieza a cuestionar la rigidez de los objetivos climáticos y en materia de sostenibilidad.

Entre ellos, el mismísimo Macron, que ha pedido recientemente una “pausa reglamentaria” sobre las medidas reglamentarias en materia de sostenibilidad de la UE, ya que a su juicio “hemos hecho mas que ninguno de nuestros socios, y ahora necesitamos estabilidad”.

 

Un mensaje parecido acaba de lanzar el Grupo PPE, que esta cuestionando las medidas de la Farm to Fork, empezando por la propuesta de Reglamento sobre usos sostenible de los herbicidas.

Pero no solo se cuestiona la forma en la que la Comisión quiere avanzar en la sostenibilidad de nuestra agricultura; otro tanto pasa con la alimentación, ya que la todopoderosa DG Salud se ha visto contrariada en algunos asuntos como la posición de la FAO (y del PE) sobre alimentos vegetales – plant-based-, el análisis de impacto de su propuesta de Reglamento sobre modelo alimentario sostenible que ha cuestionado su contenido, o el callejón sin salida del etiquetado frontal.

No sé qué va a pasar en los próximos meses, o dicho de otra forma, cuál de las dos tendencias se impondrá; todo parece indicar que aunque solo sea por cuestión de plazos – en breve entramos en pausa política-, el ritmo normativo habrá de bajar.

Personalmente entiendo que es bueno que así sea; las circunstancias económicas y sociales de hoy nada tienen que ver con el 2020, cuando la Comisión lanzó sus estrategias. La delicada situación económica no debe enfrentarse con propuestas rígidas en matera de sostenibilidad, sería un juego de suma cero.

Además, y sin perder de vista la necesidad del cambio, esta claro que las nuevas fuerzas políticas que surjan en 2024 – PE y Comisión- , a poco que reflexionen, se darán cuenta que las imposiciones y los dogmas no funcionan…

Los próximos meses nos dirán hacia donde se inclina la balanza.