Por si el COVID-19 no estuviera provocando suficientes cambios en el escenario mundial, el entorno nacional estadounidense también está viviendo los suyos particulares, lo que, al ser la primera potencia mundial, conlleva indiscutiblemente cambios globales a todos los niveles.
En medio de esta incertidumbre, la UE está unida y sigue trabajando en el fortalecimiento de su autonomía estratégica para articular, defender y promover mejor sus intereses, aunque no siempre es fácil.
El último episodio de estas tensiones se ha trasladado al terreno de la salud, con el desarrollo de las vacunas contra el coronavirus.
Estamos ante un “nacionalismo de vacunas”, como lo ha llamado el Director General de la OMS, Tedros Admanom, una carrera financiada por los gobiernos de EE.UU., China, Rusia y Reino Unido, fundamentalmente, para salvarse a sí mismos y asegurarse su abastecimiento nacional, y naturalmente, para su propio beneficio económico, en lugar de mirar por un abastecimiento global. El nombre de la vacuna rusa –Sputnik V- es todo un ejemplo.
En el caso de la relación UE-EE.UU., la nueva presidencia y la pandemia pueden ser una oportunidad para que el nuevo gobierno estadounidense valore, cuide más y mejore su consideración a la UE, y nuestra obligación será presentarles propuestas de acción constructivas que amplíen y simplifiquen un comercio más libre y expansivo en beneficio de todos. Cooperar se traduce en la definición de un reglamento para la economía y la sociedad digital, para las políticas convergentes de crecimiento, en energía, ordenación de las exportaciones y de las inversiones chinas, la vuelta a la OMS y la reforma de la OMC… Son cuestiones que redondearían un diálogo económico y político más amplio y beneficioso para ambas partes.
En concreto, a España le vendría muy bien que mejoraran las relaciones EE.UU. – UE, pues no hay pocas empresas nacionales instaladas que están generando más de 70 mil puestos de trabajo y no poco valor añadido. Estados Unidos es el principal destino de las exportaciones españolas, aparte de la UE, y teniendo en cuenta los aranceles que se han impuesto unilateralmente en los últimos años, es evidente que sólo tenemos que ganar en este cambio.
Más en concreto, en el sector agroalimentario, el Gobierno estadounidense decidió mantener los aranceles que impuso a la Unión Europea en un 25 % para productos como el vino o el aceite, por un valor total de 7.500 millones de dólares. Entre noviembre y mayo se dejaron de exportar unos 200 millones de euros de las mercancías sancionadas si se compara con el volumen del ejercicio anterior, según los datos que maneja el Ministerio de Agricultura… Y la factura continúa creciendo por cada mes que se mantienen: al ritmo actual, se estima que se dejarán de ingresar unos 400 millones en un año, por lo que su liberación sería un importante impulso para nuestras ventas en el exterior.
La administración de Biden aún no ha desvelado al 100 % su estrategia, pero lo que está claro es que todos esperamos una ruptura de estilo y un enfoque mucho más multilateral y aperturista por parte de la nueva administración.
Lamentablemente, la situación actual no da esperanzas para ver avances tempranos en el tema del comercio de productos agroalimentarios, pues EE.UU. tiene actualmente otros problemas mucho más graves:
Para que disminuyan las tensiones comerciales, se considera imprescindible que el nuevo gobierno americano siga una estrategia divergente a la impuesta por Trump, que decidió retirarse del Acuerdo de París sobre el cambio climático y de la Organización Mundial de la Salud (OMS), También cuestionó la utilidad de la OTAN y declaró con su estilo, en materia de comercio, que “la UE es peor que China”. -Decisiones naturalmente mal recibidas en la UE-.
Parece evidente que el sector agroalimentario no va a estar en la lista de prioridades inminentes del nuevo inquilino en la Casa Blanca, que tendrá que enfrentarse a unos problemas internos gravísimos, pero esperemos que entre sus prioridades esté la de enderezar la tensa situación comercial.
Este parón mundial debe servir al sector como tiempo clave para preparar la estrategia y revertir la situación a nuestro favor. Así sea.