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  • Comercio Exterior, Industria Alimentaria, Internacionalización
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Las cifras del comercio exterior agroalimentario nunca han sido tan buenas en la historia del sector. Llevamos años batiendo récords, uno tras otro, y dando, por tanto, prueba de competitividad , saber hacer, calidad… No sólo hemos crecido en el mercado europeo, sino que lo hemos hecho más significativamente en países terceros, fuera de la Unión, que es donde nuestras capacidades se ponen realmente a prueba. Ni siquiera la ralentización de los países emergentes, en general, y la incertidumbre en países como Brasil o Rusia, en particular, nos han hecho – al menos hasta el momento- perder fuelle en la exportación.

 

En otra época la devaluación nos habría ayudado a salir de la recesión económica, pero nuestra pertenencia a la UEM nos ha obligado en estos años a la famosa «devaluación interna» y, en especial, a una reducción de salarios y ajuste de costes que nos han alineado con nuestros socios y competidores. Eso sí, de manera más que intensa.

 

También nos están ayudando factores externos y, en especial, la fortaleza del dólar, además de la reducción del precio de la energía y de los servicios ligados a la misma, aunque menos rápido de lo que fuera deseable. Todos estos elementos son de gran importancia, y nos sitúan en un escenario positivo si miramos adelante. Pero no bastan. Y si pensáramos lo contrario, nos estaríamos haciendo trampas al solitario.

 

No podemos relajarnos; la economía mundial parece entrar en una nueva fase, pero todavía los signos siguen siendo débiles, y las incertidumbres geopoliticas pueden afectar claramente su a evolución.

 

Por nuestro lado, y si analizamos algo más a fondo las cifras de nuestra exportación, veremos que todavía nos queda camino por recorrer en cuanto a valor añadido y precios. A pesar de ser líderes en algunas categorías de gran reconocimiento, tenemos que hacer un esfuerzo por mandar y no ser mandados en los mercados exteriores. Y ese esfuerzo, en muchos casos, empieza por ordenar el mercado doméstico.

 

En cuanto a la inversión, hay que aplaudir el esfuerzo de las empresas en estos últimos años, en especial teniendo en cuenta la fuerte desinversión pública que la promoción exterior ha sufrido, pero nos equivocaríamos si se cediera en este punto por volver a concentrarse en un mercado doméstico recuperado, o por pensar que todo está hecho. La pregunta es bien sencilla:  ¿ qué negocio progresa sin inversión ?

 

En fin, seguimos necesitando una convergencia creciente en la política promocional.  Un buen ejemplo de ello es el reciente acuerdo entre el MAGRAMA y las Interprofesionales del Aceite de Oliva, Vino, Aceituna de Mesa y del Cerdo Ibérico para, bajo el paraguas común de la imagen de Rafael Nadal, potenciar nuestra imagen en el exterior. Esta es la línea que debemos seguir, y en la que se debe ahondar. Las Administraciones General y Autonómica, así como las Asociaciones y las Interprofesionales, deben converger en planes comunes que nos permitan llegar más lejos, de manera más ordenada y con mayor impacto y eficacia.

Y este empeño no debe focalizarse exclusivamente en el exterior, sino que debemos aprovechar todo ese potencial que España tiene en términos de gastronomía, turismo y cultura, para hacer otro tanto en casa.

 

Siempre es bueno pararse y mirar atrás para ver todo lo que hemos conseguido y aprovechar para proyectarnos hacia adelante. A poco que intensifiquemos este esfuerzo común, los resultados no se harán esperar, los últimos años nos lo han demostrado.