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Los que seguimos los debates europeos en torno al nuevo modelo alimentario sostenible lógicamente nos centramos en las iniciativas que directamente atañen al sector- protección de plantas, bienestar animal, etiquetado y huella ambiental… es decir, la Farm to Fork.

Pero solemos dejar de lado el Green Deal, que no olvidemos es la Estrategia de base de la anterior, y que por tanto también nos afecta – y mucho.

Recordemos que la agricultura absorbe altas cantidades de energía tanto directamente a través del uso de combustibles y electricidad como indirectamente, a través de agroquímicos, lubricantes y fertilizantes. Por su parte la industria, dependiendo del sector, también es un usuario intensivo de energía, al igual que lo es la distribución o la hostelería.

Tampoco está por tanto ajena la cadena a todas las iniciativas legislativas que se debaten en el marco del Green Deal, más aún cuando este importante input está siendo sometido a una auténtica revolución – que se nos ha atragantado con la invasión de Ucrania-.

Precisamente por eso quizás merezca algunas reflexiones este asunto, que comparto a continuación.

El objetivo central del Green Deal es descarbonizar la economía europea en el 2050. Loable objetivo. Pero no parece que vaya a ser fácil de alcanzar por varios motivos.

El primero sería que el “net zero” puede ser un compromiso europeo, pero el resto del mundo – a pesar de los avances en la COP-, quizás no lo tenga tan arriba en la agenda. Y así es, tanto en países avanzados como en desarrollo que o bien no llegan a ser tan ambiciosos como nosotros, o bien necesitan ingentes cantidades de financiación para acercarse.

Se trata de un desafío descomunal, y según apunta la propia Agencia Internacional de la Energía , https://www.iea.org/articles/net-zero-by-2050-hinges-on-a-global-push-to-increase-energy-efficiency

el escenario cero emisiones en 2050 implicaría un descenso de la demanda global de energía del 8%, pero teniendo que servir a una economia el doble de la actual y dos mil millones de personas más.

Aquí cabe decir que el escenario de 2050 no pasa por olvidarnos de las energías fósiles, aunque muchos piensen lo contrario; la propia AIE estima que, si se consiguen los objetivos del IPCC de llevar a 1, 5º la temperatura global, seguiremos utilizando la mitad del gas y un cuarto del petróleo que hoy usamos, …curioso.

Segundo, la geopolítica. La transición no está siendo – ni va a serlo en el futuro próximo – fácil. La volatilidad se instala en los mercados (de combustibles fósiles en este caso) cuando los mensajes políticos y de los inversores van en contra del negocio; ¿podemos pensar que los países productores como Rusia, EEUU, Venezuela, etc. se van a quedar de brazos cruzados a ver como se tambalean sus fuentes de ingresos? Me temo que no. Todo esto va a cambiar el mapa político mundial, más aún.

Si la demanda va a la baja, algunos países productores quedarán fuera de juego por precio y los mejor posicionados – los países del Golfo, con petróleo barato y buenas finanzas – se harán con el mercado, recolocando el equilibrio de poderes entre los miembros del cartel petrolífero, y en la política internacional.

Lo mismo pasaría en el gas natural, y por desgracia para Europa, nuestra dependencia de Rusia sería mayor.

Tercero, la carrera por liderar las energías limpias. El mencionado informe de la AIE subraya tres factores en este campo: primero, la importancia de liderar la tecnología, de manera que se puedan crear los standards e influir sobre el resto delos actores – Europa puede jugar aquí su papel-; después, el control de los minerales críticos como cobalto, cobre, litio o tierras raras para las energías limpias – vehículos eléctricos, turbinas, …- aquí poco tenemos que decir, por desgracia- ; y finalmente , la producción y exportación de energías bajas en carbono – hidrogeno verde y amoniaco- , donde si tenemos mucho que decir – y especialmente España.

Cuarto, el vértigo del cambio. El impulso que la UE está dando a las energías renovables en términos políticos y financieros no tiene parangón. Nunca he visto una determinación tan clara en la Comisión para conseguir los objetivos como en el caso energético. Pensemos en energías como el hidrogeno verde, una de las palancas del cambio, que está recibiendo miles de millones de € de apoyo y financiación cuando la propia Comisión reconoce que no tenemos tecnología disponible para hacerlo viable.

El futuro está abierto. Nada se puede dar por cerrado, y la transición al nuevo modelo es una incógnita que se asemeja hoy por hoy más a un carrusel que a un plan.

Pero precisamente por eso nos interesa seguirlo, porque la cadena se juega mucho en este envite.