En la sociedad contemporánea, la comunicación desempeña un papel esencial en todos los aspectos de nuestra vida, y el sector agroalimentario no es una excepción. Desde la producción hasta el consumo de alimentos, la manera en que se comunica la información influye en las decisiones que tomamos sobre qué y cómo comemos. Sin embargo, uno de los desafíos a los que enfrenta este sector es la creciente tendencia al rechazo de la ciencia.
La comunicación efectiva se convierte así en una herramienta crucial para abordar este problema. Se dice comúnmente que «el dato mata el relato», resaltando la importancia de traducir la información científica en un lenguaje accesible y comprensible para el público general. Esto implica no sólo proporcionar datos, sino también contextualizarlos y explicar su relevancia en términos cotidianos.
Una de las percepciones que alimenta este rechazo a la ciencia en el ámbito agroalimentario es la creencia de que las organizaciones no gubernamentales (ONG) están libres de intereses comerciales y, por lo tanto, son más creíbles que las empresas del sector. Esta desconfianza puede surgir de la percepción de que estas últimas tienen agendas ocultas relacionadas con la maximización de sus beneficios económicos.
Por ejemplo, el rechazo al consumo de animales es un fenómeno que ilustra claramente esta tendencia. Impulsado principalmente por movimientos animalistas, este rechazo se centra en el bienestar animal y la ética de su explotación, más que en las implicaciones medioambientales o nutricionales. Esta dinámica ha llevado a un aumento en el interés por dietas vegetarianas y veganas, que promueven una alimentación basada en productos de origen vegetal.
Sin embargo, la Declaración de Dublín ha surgido como un punto de controversia en este debate.
Esta Declaración, redactada por científicos, tiene el propósito de seguir proporcionando el conocimiento necesario para que los sistemas ganaderos avancen apoyándose en criterios científicos de la más alta calidad. Dichos sistemas son demasiado valiosos para la sociedad como para ser objeto de la simplificación, reduccionismo o el fanatismo.
Los debates éticos y morales también tienen un papel destacado en este ámbito, a menudo trasladándose al ámbito científico. La distinción entre ética (los principios que guían nuestro comportamiento) y moral (las normas culturales y sociales que rigen nuestra conducta) es crucial para evitar que estos debates afecten negativamente a la percepción pública de la ciencia, pero la sociedad a menudo olvida que detrás de la alimentación, se encuentran diversos intereses económicos que pueden influir en la forma en que se comunica la información sobre salud y nutrición.
El sector agroalimentario se enfrenta a desafíos significativos en medio de esta compleja red de intereses y percepciones. El abandono del mundo rural y el aumento de la influencia de las redes sociales han contribuido a una mayor polarización y desinformación en torno a cuestiones alimentarias y de salud. En este contexto, es fundamental abordar estos desafíos para garantizar una comunicación efectiva y basada en evidencia.
Y para no tirar piedras sobre su propio tejado, es importante que las empresas del sector promuevan un diálogo informado y equilibrado, basado en la evidencia científica, y no en las tendencias sociales, que muchas veces sólo están apoyadas por utopías, para lograr la verdadera sostenibilidad.