Los sistemas alimentarios mundiales se encuentran sometidos a tensiones sin precedentes. Por una parte, las provocadas por el crecimiento demográfico de la población; por otra, por el reto de conseguir unos sistemas alimentarios más sostenibles y resilientes a los escenarios del cambio climático y enfrentamiento a los cisnes negros.
Empecemos explicando qué se entiende por este concepto… En el plano económico, son los sucesos inesperados por los expertos y que tienen un impacto significativo, en la mayoría de los casos negativo.
Desde finales de 2019 y principios del 20, ha habido unos cuantos de ellos: Covid (30 de enero de 2020), el cuestionamiento de la democracia liberal con el asalto al Capitolio (6 de enero de 2021), el bloqueo del comercio marítimo por el encallamiento de uno de los portacontenedores más grandes del mundo en el Canal de Suez (23 de marzo de 2021), o el inicio de la invasión rusa a Ucrania (24 de febrero de 2022).
Y otros sucesos que no han sido cisnes negros, pero que también han tenido mucho eco, como por ejemplo las tensiones comerciales entre EE.UU. y China, que han puesto a la UE en una situación muy incómoda y que nos ha mostrado que sería conveniente contar con más autonomía frente a estos dos grandes actores. El Brexit, que ha significado el fin al movimiento libre de personas y mercancías entre Gran Bretaña y la UE, o el final de la era Merkel, a quien se consideró durante un tiempo la mujer más poderosa del mundo, y que con su jubilación ha dejado una incertidumbre sobre el próximo liderazgo de Alemania.
Estos eventos tan sintomáticos para la economía mundial y que han afectado en general a la sociedad, también han atañido a los sistemas alimentarios, creando amenazas para la mayoría, pero oportunidades para otros. En general, estos cisnes negros han provocado tensiones regulatorias derivadas de nuevas políticas que estaban centradas en generar unos sistemas más saludables, sostenibles y climáticamente neutros, pero que no estaban preparadas para estas amenazas externas tan inesperadas pero posibles. La pregunta es, ¿están aumentando los cisnes negros, o como afirma la expresión anglosajona, es Business as usual?
Centrándonos en lo nuestro, en estos tres años el comercio mundial se ha visto sometido a múltiples incertidumbres geopolíticas, y como todos sabemos, la industria alimentaria tiene una vinculación muy estrecha con el entorno y para nada es ajena a los conflictos, y así está siendo demostrado; para comprobarlo sólo hace falta ir al supermercado a comprar una botella de aceite de girasol.
Y todos estos acontecimientos han llegado justo cuando la UE iba a dar los primeros pasos reales del Pacto Verde Europeo y en su Estrategia de la Granja a la Mesa. Los cisnes negros se han interpuesto en el camino de la Comisión y le han mostrado la realidad: Somos vulnerables. Independientemente de ser una gran potencia mundial, la Unión Europea depende del exterior y del entorno, y en cuanto un eslabón de la cadena, por pequeño que sea, se sale, el conjunto del engranaje falla.
Sin embargo, la respuesta de las Instituciones a los cisnes negros ha sido acelerar el proceso en el que estamos (promoción modelos eficientes y empeño en la neutralidad climática para el 2050), provocando, entre otras consecuencias, que las cadenas globales se hayan puesto en entredicho, puesto que este Pacto Verde plantea unos desafíos para los que muchas empresas no están preparados.
Tanto es así, que para mantener el modelo propuesto, se ha tenido que crear el Instrumento de Emergencia para el Mercado Único (SMEI), una estrategia de aprovisionamiento basada en dos pilares; el de la preparación a las crisis (anticipación a los desabastecimientos, sistema de almacenamiento estratégico o de reservas –stocks de seguridad-…), y el pilar de respuesta a las crisis (consistiría en agilizar los procedimientos de comercialización, libre circulación de bienes, servicios y personas…).
Pero atención, que hay que tener en cuenta que esto es un arma de doble filo, pues a priori, todos estaríamos de acuerdo en tener un protocolo / plan de crisis para los posibles cisnes negros, pero esto podría significar la intervención de la Administración en el mercado, hecho que podría dar sensación de incertidumbre para los inversores.
Por todo lo anterior habrá de estudiar más en profundidad si este Instrumento, que ha llegado tarde, es un buen sistema de gestión de las dificultades que están por venir, porque lo que parece estar claro es que el concepto “cisne negro”, está dejando de serlo, ya que como estamos viviendo, los acontecimientos inesperados y con consecuencias negativas, cada día se dan con más asiduidad.
Veremos cómo la UE es capaz de gestionar la vulnerabilidad a la que se ha visto sometida nuestra economía en los últimos años, y veremos si es capaz de imponer su capacidad integradora para lograr una Europa más unida, tal y como se hizo con la pandemia a través de acciones previsoras, innovadoras y humanas.