El procedimiento legislativo ordinario de la Unión Europea está diseñado para garantizar un equilibrio institucional y una toma de decisiones democrática. El Parlamento Europeo, el Consejo y la Comisión participan en un proceso estructurado, con varias lecturas, enmiendas y votaciones. Sin embargo, en la práctica, este procedimiento formal ha sido complementado por una herramienta mucho más rápida (y menos transparente): los trílogos.
Los trílogos son reuniones informales en las que participan miembros de la Comisión, del Parlamento y del Consejo con el objetivo de llegar a un acuerdo sobre una propuesta legislativa. Cada uno de las Instituciones llega al trílogo con la posición de su respectiva institución fijada previamente y, en base a ello, negocia con las otros dos hasta dar con un texto aceptable para todos sin tener que pasar por las diferentes etapas del procedimiento.
¿De qué sirve entonces todo el procedimiento formal si lo importante ya se ha decidido en estas reuniones?
Es cierto que el proceso legislativo europeo es largo, complejo y, en ocasiones, ineficaz. De ahí que hayan surgido los trílogos, para ganar en eficiencia. Pero no podemos pasar por alto lo que perdemos a cambio.
Estas reuniones no son públicas, y ni siquiera todos los Eurodiputados tienen acceso a lo que se discute en ellas. Sí, se les informa en las comisiones, pero eso no es lo mismo que participar directamente.
En este sentido, ¿erosionan los trílogos la legitimidad democrática del proceso legislativo europeo?
Si creemos que sí, cabe entonces hacerse una pregunta fundamental:
¿Tiene sentido una reforma legislativa con el objetivo de que se adapte el modelo a la realidad?
Sea como fuere, la realidad es que esta solución ha demostrado ser un éxito: aproximadamente, un 90 % de las propuestas legislativas se aprueban en primera lectura…
Pero no debemos olvidar que en tiempos en los que la confianza ciudadana en las instituciones está en juego, tal vez no debamos conformarnos con que las cosas “funcionen”, sino si lo hacen de manera legítima.
Carmen Báguena Ferratges