Empecemos por lo obvio: la aceleración de los acontecimientos hace difícil que nuestra sociedad digiera el cambio, y como desconocemos lo que ha de depararnos el futuro, intentamos gestionar nuevos problemas con instrumentos antiguos, y la fórmula no siempre tiene éxito. La urgencia además no siempre es la mejor consejera. Estas reflexiones vienen al caso…