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El nuevo Green Deal europeo va a suponer importantes cambios para la cadena agroalimentaria, y me atrevería a decir que la gran mayoría de ellos de fondo.

 

De entre las múltiples medidas a las que se apunta en la nueva estrategia de la UE, una de las que más interés me ha despertado es la necesidad de definir qué es la sostenibilidad.

 

Porque mucho hablamos de este término, pero la verdad es que aquí cada uno cuenta la feria como le va: hay estudios, modelos y sistemas para todos los gustos, standards por doquier… y cada uno respondiendo a necesidades concretas.

 

Por eso creo que es bueno que la UE se aplique a definir de una manera objetiva, armonizada y única qué se entiende por un producto sostenible , la única manera de evitar competencia de modelos inútiles que solo conllevan gastos, tiempo y confusión.

 

Pero aun así, me temo que no todos los problemas van a tener solución.

 

Hace poco se publicó en  Our World in Data – una fuente de información altamente recomendable para cualquiera que quiera manejar datos contrastados – un interesante artículo sobre la elección de alimentos y la compra local

https://ourworldindata.org/food-choice-vs-eating-local

 

El artículo aporta datos sobre la huella de carbono de los principales alimentos y, curiosamente, una de las conclusiones es que el impacto del transporte es menor en todos los casos analizados, comparado con los otros  factores de la cadena de producción (cambio de uso de la tierra, cultivo, alimentación animal, transformación…).

 

Si esto es así, me pregunto por qué se considera como hecho probado que el transporte es un factor determinante en la huella de carbono de un producto y, por ende, hay que limitarlo…y dar, por tanto, preferencia al producto local. El producto local será mejor o peor por su calidad, su precio o cualquier otro criterio objetivo, pero no simplemente por estar más cerca. El propio artículo recuerda que hasta Naciones Unidas se decanta por esta teoría cuando, según los datos, el impacto no es tan importante como se nos hace ver.

 

El efecto de esta suposición puede llegar incluso  más  lejos porque en el ámbito del comercio internacional el factor transporte también se ve con recelo en algunos autores y se piden medidas de restricción a las importaciones en función de la huella ambiental, entre las cuales está la del transporte. Otra vez cabe hacerse la misma pregunta… ¿es malo porque viene de lejos? ¿Qué atributos, aparte de la lejanía, lo diferencian?

 

Por desgracia, mucha veces asumimos hechos sin contrastar, simplemente porque alguien los pone en circulación, porque es más fácil (indagar siempre es más molesto), o porque le damos credibilidad a alguien que simplemente no la tiene.

 

Lo malo de todo esto es que se construyen políticas sobre estas ideas preconcebidas – más veces de las que fuera deseable – , y últimamente la ideología – que no las ideas- prevalece sobre los hechos.

 

Por eso, es bueno que la Unión Europea se decida a poner orden; al menos todos sabremos a qué atenernos, en qué ámbitos y para qué.