El pasado mes de julio se celebró la Edición 2015 de la Summer Academy in Global Food Law and Policy en Getxo. Esta interesante iniciativa es el resultado del esfuerzo personal del profesor Alberto Alemanno y su equipo de colaboradores, y reúne anualmente a alumnos, profesionales y academia para debatir diferentes asuntos de actualidad relacionados con el Derecho Alimentario y las políticas relacionadas con la alimentación, a nivel global. Entre los asuntos tratados este año tuvo lugar un interesante debate sobre una reciente teoría, de creciente interés , denominada «nudge».
El término ingles nudge se podría traducir al castellano libremente como «empujoncito» o pequeño impulso. Nace de los trabajos de autores como Daniel Khaneman, Dan Ariely , Richard H Thaler y otros en el ámbito de la ciencia del comportamiento. Esta disciplina pretende diseñar y aplicar intervenciones que encajen con nuestro lado racional humano para así poder conseguir comportamientos más racionales en las decisiones que se adoptan diariamente.
Con un ejemplo, seguramente, se entenderá mejor, y el que se suele utilizar tradicionalmente es el de los comedores escolares en Estados Unidos. En un experimento llevado a cabo en colegios se situaron al final de la fila del servicio de comedor, en la zona de postres, unas tarrinas de fruta cortada a la altura de los ojos de los escolares, emplazando más abajo los postres tradicionales (dulces, helados,…). El experimento dio como resultado un mayor consumo de la fruta en detrimento de estos últimos. Es decir, este detalle menor (el empujoncito) cambio la elección del escolar de manera predecible, sin prohibir ninguna opción ni imponer costes mayores, de manera fácil, sin incurrir en el mandato.
Pues bien, esta teoría del nudge se está aplicando en diferentes ámbitos en varios países europeos -desde la fiscalidad hasta los servicios públicos- , y se desarrolla rápidamente a través de colectivos y grupos de investigación que van dando notoriedad a esta curiosa disciplina. En lo que respecta a la alimentación se han llevado a cabo ensayos y proyectos en varios países (Dinamarca es puntero en este sentido), siempre buscando que el consumidor se oriente hacia elecciones más saludables.
Uno de los ensayos que se explicaron fue precisamente en Dinamarca, en una cadena de supermercados en cuyas tiendas se cambiaron los productos de la zona de impulso, sustituyendo fruta troceada en atmósfera controlada por los tradicionales productos de confitería. El resultado fue un cambio en el consumo y un aumento de las ventas del primero sobre los segundos. Bien es verdad que el experimento no pudo confirmar su continuidad en el tiempo, pero el cambio en el consumo se produjo gracias al nudge.
¿Puede, por tanto, esta nueva teoría contribuir a la mejora de los hábitos alimentarios?
No me atrevería a aventurar nada, pero al menos es algo novedoso, sugerente. Habría que profundizar más, pero surgen algunas cuestiones que hacen pensar. La más importante sería qué tipo de nudge se pondría en práctica y por parte de quién. Si se promueve desde las administraciones, estaríamos más cerca del mandato que del «empujoncito», y una de sus cualidades -el hecho de no ser costoso- sería dudosa. Al menos algunos de los cambios traerían alteraciones en el consumo alimentario y en la organización de las tiendas, quizás temporales, pero que serían recibidos con escepticismo por parte de los agentes económicos.
Si, por el contrario, las propias empresas lo adoptaran voluntariamente, el caso seria diferente. Parece que ya existe alguna compañía que esta explorando esta teoría como posible alternativa y contribución al actual debate en torno a la alimentación y la salud. Habrá que seguir de cerca el nudge…