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La AESAN ha desarrollado una campaña con el objetivo de sensibilizar y concienciar a los consumidores y aportarles conocimientos de forma didáctica sobre cómo leer el etiquetado de los productos alimenticios, para que tomen decisiones informadas que les ayuden a llevar una alimentación saludable y sostenible.

Se trata de una gran iniciativa que ayuda a prevenir la desinformación alrededor del etiquetado alimentario y a combatir el auge de fuentes no oficiales que ponen a prueba la capacidad de los consumidores para distinguir qué es verdadero y qué es falso.

Existen numerosas aplicaciones, perfiles en redes sociales, portales, blogs, etc., que confunden a los ciudadanos a la hora de elegir los ingredientes de su cesta de la compra, a través de declaraciones y afirmaciones que pretenden influir en sus opciones de compra y que para nada están argumentadas bajo ningún criterio científico.

Estos portales, en muchas ocasiones, se permiten incluso el lujo de calificar a los alimentos y a otros productos de gran consumo provocando una creencia de que pueden mejorar su salud sin ningún tipo de matiz o precisión y sin tener en cuenta que cada persona, tiene necesidades diferentes.

Es por ello que creemos que la AESAN, como fuente oficial, ha realizado una labor muy necesaria sobre cómo interpretar el etiquetado actual, que por cierto, ya está amparado bajo el marco legislativo actual de la UE, Reglamento (UE) Nº 1169/2011, sobre la información alimentaria facilitada al consumidor, que establece, desde hace seis años, la obligatoriedad de incluir la información nutricional en los alimentos, que en general se presenta en forma de tabla.

A continuación, resumimos la campaña de la AESAN:

La información nutricional de un alimento hace referencia a la presencia de valor energético y de determinados nutrientes en los alimentos. La información nutricional obligatoria en el envase o etiqueta unida al mismo, debe ayudar a actuar en el ámbito de la educación del público sobre nutrición, como parte de la política de salud pública, la cual podría incluir recomendaciones científicas que contribuyan a la educación del público sobre nutrición y a tomar decisiones con conocimiento de causa.

Así, según defiende la campaña, determinados elementos nutricionales son especialmente relevantes para la salud pública, como son las grasas saturadas, los azúcares y la sal. Por tanto, conviene que los requisitos sobre la información nutricional obligatoria tengan en cuenta tales elementos, y que los consumidores puedan entender fácilmente la información proporcionada en el etiquetado.

La campaña explica que en la etiqueta siempre tiene que figurar la información nutricional, que está agrupada en el mismo campo visual y en un formato claro, recogiendo en forma de tabla las cifras ordenadas en columnas o lineal, si no dispone de espacio suficiente, y expresados por 100 gramos o 100 mililitros, para poder comparar los diferentes productos.

Lo primero que siempre tiene que figurar en la etiqueta es el valor energético, que vendrá expresado en kilojulios y kilocalorías, y siempre informará sobre las cantidades de grasas total y de grasas saturadas (“el 30 % de las calorías diarias debe ser obtenido de las grasas, pero no más”, recuerda la campaña, que son unos 66 o 67 gramos si se sigue una dieta tipo de 2.000 calorías diarias). También informa que no sería saludable llevar una alimentación sin ningún tipo de grasa.

Siempre debe indicarse la cantidad de hidratos de carbono, entre ellos los azúcares. En nuestra dieta, se explica, hay varios tipos de azúcares, algunos se añaden a los alimentos y otros están presentes de forma natural, como en las frutas, las hortalizas la miel y la leche. Los azúcares son una fuente de energía. En la información nutricional el contenido de azúcares totales se proporciona por hidratos de carbono (por 100 gr o 100 ml), de los cuales, azúcares, indicando su cantidad en gramos.

Siempre se debe indicar la cantidad de proteínas que contiene el alimento, y por supuesto, la información nutricional siempre tiene que proporcionar la cantidad de sal. La OMS recomienda que la ingesta máxima de sal diaria sea de 5 gr. Se considera que un alimento contiene mucha sal si lleva 1,25 gr o más por cada 100 gr.

Además de esta información obligatoria, también se puede informar de forma voluntaria de otros nutrientes.

La información de las grasas podrá completarse con la cantidad de grasas monoinsaturadas y grasas poliinsaturadas, y la información sobre hidratos de carbono podrá completarse con la indicación de polialcoholes y almidón.

Algunas veces también se puede informar sobre la cantidad de fibra alimentaria: comer al menos 400 gr, o 5 porciones de frutas y verduras es beneficioso para la salud y ayuda a garantizar una ingesta diaria de fibra alimentaria. Un consumo diario de 25 gramos de fibra alimentaria es adecuado en adultos. Para que un alimento pueda declarar que es fuente de fibra, tendrá que aportar más de 3 gr de fibra por 100 gr. Para que un alimento pueda declarar que es alto contenido de fibra, tendrá que aportar más de 6 gr de fibra por 100 gr.

La vitaminas y minerales pueden indicarse en la etiqueta en caso de que estén presentes en cantidades significativas, y siempre en el orden establecido en la normativa.

De manera voluntaria, la información nutricional también podrá proporcionarse por porción o unidad de consumo. En este caso, la porción o unidad de consumo debe ser fácilmente reconocible por el consumidor, estar cuantificada en la etiqueta al lado de la información nutricional, y en la etiqueta debe figurar el número de porciones o unidades contenidas en el envase.

Los alimentos exentos de la información nutricional, por ejemplo, los productos sin transformar o curados que incluyen un solo ingrediente (agua, sal, especias, vinagres, etc.) o los alimentos no envasados, también pueden llevar información nutricional de forma voluntaria.

 

Carmen Báguena Ferratges.