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Francia ha puesto encima de la mesa en Bruselas, bajo el nuevo termino de “cláusulas espejo”, una antigua demanda del sector agroalimentario europeo: la búsqueda de fórmulas para evitar que el productor europeo, asaeteado por regulaciones y estándares de seguridad alimentaria, pierda competitividad frente a las importaciones de terceros países – en su propio mercado-.
No es nada nuevo. Es lo que hasta ahora se llamaba “reciprocidad”, pero había que acuñar un nuevo termino para el story telling… Lo que sí es nuevo es que, por fin, el tema se pone claramente sobre la mesa, con papeles, y que ya no solo se habla de seguridad alimentaria, sino además de estándares de sostenibilidad.
Pero en ningún caso el tema pierde interés; es evidente que, si ya nuestras normas de seguridad alimentaria eran las más estrictas del mundo, ahora el Farm to Fork supone una nueva vuelta de tuerca. Y si no se toman medidas para armonizar las obligaciones producto europeo – producto importado-, las consecuencias en términos de competitividad son más que evidentes.
Pero, a medida que se profundiza en el debate, van surgiendo cuestiones y aristas que no lo hacen fácil.
Algunos ejemplos.
Uno de los asuntos más controvertidos son los límites máximos de residuos (LMR), que, además, están en constante modificación. ¿Tendría sentido aplicar a las importaciones las mismas reglas que a los productos europeos? Las condiciones de producción son diferentes, los tratamientos también lo son. Hay productos que nosotros no producimos y que tienen otras reglas.
¿Cómo establecemos las reglas? ¿Unilateralmente? Me temo que nuestros socios comerciales no van a alabar el movimiento. Una vía sería introducir cláusulas de reciprocidad en los Acuerdos Comerciales, lo que, sin duda, tomará su tiempo y conllevará tensiones.
Lo ideal sería que la Organización Mundial del Comercio pusiera un poco de orden en el debate y se establecieran reglas globales. Pero no está esa casa ahora como para hacer una demostración de fuerza…
Otro riesgo no menor es, como comento más arriba, la respuesta de nuestros socios comerciales, que ven en la iniciativa un tufo proteccionista que podría enervar a más de uno y volver a las guerras comerciales que tanto daño nos han hecho estos años pasados. Y, no lo olvidemos, las retorsiones cruzadas han hecho pagar a justos (el sector agroalimentario) por pecadores (Airbus).
Item más; algún país menos desarrollado verá en esta iniciativa no solo una medida para limitar su acceso al mercado comunitario, sino una demostración rancia de neocolonialismo: imposición de normas, estándares y condiciones.
El Consejo de Ministros de Agricultura acaba de proponer que los temas de sostenibilidad y normas alimentarias se traten de entrada en el CODEX, junto con los de inocuidad y seguridad alimentaria – está claro por dónde va la deriva: es, precisamente, lo que quiere hacer la Comisión Europea con su iniciativa del Modelo Alimentario Sostenible- .
La Comisión, por su lado, acaba de iniciar un estudio sobre las normas medioambientales y el comercio internacional que saldría en junio, justo antes de que acabe la Presidencia francesa de la UE.
No se sabe aún qué va a dar la iniciativa de sí. Pero lo que es importante es que Francia ha abierto un debate necesario y lo ha hecho con muchas ganas. Si no se encuentra una solución la desventaja competitiva puede causar mucho daño. Y ya bastante sufre el sector en este cambio de modelo hacia la sostenibilidad. Sería, además de injusto, en parte inútil: de nada sirve que Europa aumente sus estándares si luego los productos importados no reducen su impacto medioambiental – es un problema global, y así debe ser la solución-.
Seguimos atentos a los debates, que espero se mantengan con ritmo más allá de la Presidencia francesa.