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Carmen Báguena Ferratges

La realidad no nos sigue. Y así lo ilustra el informe Draghi, que resume bien el momento que atravesamos: Las instituciones, normas y acuerdos que estructuraban el comercio internacional ya no responden al contexto actual. Fueron diseñadas para un mundo distinto: más previsible, con flujos comerciales relativamente estables y con una geopolítica con la globalización en el eje.

Antes, la OMC era la piedra angular, pero hoy, ese marco es muy distinto. La geopolítica en la que nos movemos está caracterizada por unas cadenas de suministro más frágiles y dependientes, y donde el negocio internacional augura turbulencias. Las economías se están replegando, y el proteccionismo vuelve a estar en auge.

Un buen ejemplo de reacción a esta situación del comercio internacional es la Ley de Soberanía Alimentaria en Francia. El país vecino ha decidido priorizar su producción interna y reducir la dependencia exterior, con el objetivo de garantizar márgenes más justos para los agricultores.

La OMC, por su parte, ha perdido capacidad de arbitraje. No debería ser así, y lamentablemente está bloqueada por Estados Unidos desde que tiene paralizado su Órgano de Apelación desde 2019, lo que ha dejado sin resolución efectiva muchas disputas comerciales. A esto se suman los desacuerdos entre sus más de 160 miembros… La cumbre de la OMC de 2026 en Camerún girará precisamente en torno a su propia reforma interna.

Un dato: desde su entrada en la OMC en 2001, China no ha cumplido con los principios de reciprocidad y transparencia. Ha mantenido un estatus de país en desarrollo que ya no refleja su poder económico real, beneficiándose de unas condiciones que distorsionan la competencia.

En este nuevo escenario, Estados Unidos está realizando un cambio de rumbo en su modus operandi. Ya no prima la diplomacia, sino la conveniencia. Los recortes en cooperación y la retirada de ayudas a países que no «devuelven el favor» es una prueba de ello, y, además, por supuesto, apoyándose en los grandes protagonistas de los últimos meses: los aranceles, que son su nueva herramienta de presión. Su mensaje está claro, quieren recuperar el liderazgo global, con una política nacionalista sin complejos, en un contexto de rivalidad abierta con China.

En este otro lado del Atlántico, Estados Unidos prepara el terreno con el “Project 2025”, un documento de más de mil páginas promovido por think tanks conservadores, que señala que el sistema actual no funciona y que hay que rediseñarlo desde la base. En esa línea, Trump impulsa medidas como la US Reciprocal Trade Act, que le permite imponer aranceles sin ton ni son, tensando aún más el comercio internacional.

La UE, ante este vacío, trata de reforzar su autonomía estratégica, y está tomando medidas drásticas: el anuncio de un arancel del 45 % a los vehículos eléctricos chinos es una señal clara de que el proteccionismo ha vuelto –y no será fácil revertirlo–.

Y mientras tanto, el mundo espera a que el polvo se asiente, porque prever algo en este contexto es muy difícil.

Desde el sector agroalimentario, asistimos a esta transformación con inquietud y atención, y pendientes de los pasos que se dan en la UE. Aún hay margen de maniobra, pero las instituciones deben construir alianzas estratégicas sólidas.

Una reflexión: los mercados son como los paracaídas, sólo funcionan cuando están abiertos. Como dijo Einstein sobre la mente…

Conclusión: Dado que las instituciones, normas y acuerdos que estructuraban el comercio internacional ya no responden al contexto actual, sobrevivirán las empresas con capacidad de adaptación.