La innovación se ha convertido en un «mantra» en los últimos años. Para toda la economía, independientemente del sector del que se hable, la investigación, el desarrollo y la innovación se consideran claves para el progreso y para la salida de la recesión, y no hay análisis, estudio estratégico o plan que no incluya estas materias entre sus conclusiones y recomendaciones.
No seré yo quien niegue la importancia de este capítulo como factor esencial de la economía actual y futura, pero creo conveniente hacer una serie de reflexiones que ayuden a acotar el concepto, a ponerlo en un contexto para su mejor comprensión. La primera de todas es que, precisamente por haberse convertido en una especie de «mantra», se da por hecho su necesidad sin cuestionarla, sin profundizar, sin entender que su aplicación es siempre particular y especifica a un sector concreto. Las generalidades no valen.
En el caso del sector agroalimentario -como en quizás muchos otros-, la I con mayúsculas de Investigación ha de corresponder a esfuerzos básicamente públicos: es la más costosa, la que requiere más esfuerzos en tiempo y personal, por lo que debe considerarse una acción estructural que ha de corresponder a las Autoridades. El Desarrollo y la innovación, sustentados en el anterior pilar, deben ser explotados al máximo por las empresas, y orientados consecuentemente a generar un valor más inmediato a la sociedad e impulsar la actividad económica.
Si consideramos la estructura empresarial del sector agroalimentario nacional, con más de 25.000 empresas y un tejido mayoritario de micropymes, antes de hablar de I+D+ i, debemos ser conscientes de cómo condiciona esta realidad la aplicación de cualquier política. Quizás fuera más importante incidir previamente en la formación y creación de estructuras conjuntas o clusters, en la promoción de la contratación o de la asistencia técnica y en los intercambios de experiencias antes que en la aplicación de la propia política en sí. No quiero decir que este tipo de acciones no se consideren, solo que han de merecer más atención y no poner «el carro antes que los bueyes». Nuestra estructura es la que es y, por cierto, poco dada a la curiosidad y a la colaboración, por lo que necesitaríamos más fase previa y grandes dosis de paciencia… La mentalidad del empresario no se cambia de la noche a la mañana y sin convencimiento no hay acción.
Hablando de colaboración -una necesidad innata en la innovación: pocos tienen recursos propios para hacerla-, otra necesidad de mejora de nuestro sistema está en la mejor y más intensa interacción entre los agentes públicos y público-privados destinados a la I +D+i.
En el sector agroalimentario, hace años que el Gobierno decidió articular a través de los Planes de Desarrollo Rural regionales los recursos destinados a esta política, dando lugar con ello a la multiplicación de iniciativas, no siempre coordinadas con una estrategia común y racional. El resultado de esta decisión no siempre ha sido la mayor eficiencia en la asignación de recursos, y aunque la crisis ha impuesto la suma de esfuerzos, el trabajo en red o las propuestas conjuntas a programas europeos, si queremos tener éxito debemos profundizar en este objetivo . El nuevo marco del Desarrollo Rural en que se inscribe esta política ha sido un paso decisivo en este sentido.
La orientación; de poco nos vale tener recursos económicos e investigadores si no sabemos dónde vamos ni lo que queremos. Puede parecer absurdo, pero a veces me pregunto si no estamos pasando del «que inventen ellos» al » inventa que algo queda».
La I+D+ i en el sector agroalimentario tiene sentido si se piensa en términos estratégicos de cadena alimentaria, es decir, deben alinearse sus eslabones para poder conseguir objetivos provechosos. Si cada uno de ellos – incluida la distribución, que debiera de incorporarse a fondo en el esfuerzo innovador con los anteriores eslabones- dirige sus esfuerzos sin un mínimo de conexión, tampoco conseguiremos mucho provecho.
Más aún, no basta con una orientación común, debemos conseguir que todo el foco este puesto en el eslabón final de la cadena: el consumidor. Al final todo debe acabar en un producto, un proceso, una funcionalidad o una ventaja que aporte más valor la consumidor, en el sentido más amplio.
Volveremos a este interesante asunto, porque antes de final de año la nueva estrategia nacional para el sector agroalimentario deberá estar en disposición de salida. Mientras tanto, acompaño estos comentarios con una excelente presentación sobre el nuevo marco de apoyo a la innovación en el sector .