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En estos días han llegado a mis manos dos documentos que me han hecho reflexionar, una vez más, en torno a la necesidad de una política agroalimentaria. Nada nuevo, es un tema recurrente que periódicamente sale a la palestra, en especial cuando se viven momentos de cambio político como los que vivimos en España. Pero la reflexión no nace para el consumo interno especialmente, de entrada porque cualquier política agroalimentaria para España debería pasar por el ámbito comunitario, sino por estímulos externos.

El primer documento corresponde a un artículo del Washington Post  en el que se empieza diciendo que “el sistema alimentario y la dieta han hecho un daño incalculable a la población, el suelo, el agua y la atmósfera en Estados Unidos», por lo que se plantea un cambio radical en la actual política para darle prevalencia a la nutrición y la protección medioambiental. Ahí es nada…

El otro es un análisis publicado por Elsevier en Science Direct, dentro de la serie Food Policy, -¡gracias Tomás por habérmelo pasado!- que indaga en la relación entre nutrición, salud y la Política Agraria Común a través de entrevistas con actores públicos y privados del entorno comunitario. Aunque contiene reflexiones interesantes, no revela las fuentes consultadas y es una de las razones por las que entiendo mejor sus conclusiones. Al final sugiere que la nutrición y la salud formen parte activa de la PAC a través de la crítica y la propuesta de soluciones, que haya una mayor participación de la sociedad civil (léase activistas, sociedades científicas, ONGs,… porque los productores, la industria y la distribución participan, a mi juicio, sin problemas) y el apoyo de los gobiernos a directrices de Organizaciones Internacionales como la OMS.

En fin, el lector avezado ya sabrá por donde va la línea argumental del discurso propuesto.

Creo que pocos son los que siguen pensando que puede hacerse una política agroalimentaria sin pensar en una estrategia de cadena. Los grandes asuntos que condicionan este sector esencial para nuestra socio-economía, el medio ambiente y nuestra riqueza cultural, sólo se pueden abordar desde un ángulo que ponga en línea los intereses de la producción, la transformación y el comercio hasta el consumidor.  Ya sé que no es fácil, que los intereses a veces son contrapuestos y que cuesta avanzar, pero no seremos capaces de crecer si no es de este modo.

Este mensaje no siempre es entendido por las autoridades. La política de silos que durante muchos años se ha venido desarrollando es difícil de revertir aunque a nivel nacional se haya avanzado, y bastante, en los últimos años. No puede decirse lo mismo de Bruselas, donde cada dirección general (AGRI, SALUD, MERCADO INTERIOR, MEDIO AMBIENTE, COMERCIO, etc.) tiene su propia línea de acción, su competencia y todo lo que no sea de esta ventanilla, je ne sais pas vous dire. Necesitamos una visión desde más arriba e integradora que conforme una auténtica política agroalimentaria con mayúsculas, para un sector esencial en Europa.

Algunos países han avanzado en este sentido, y recuerdo el caso de Francia, donde se creó una secretaría de estado para la política agroalimentaria que tenía como función unir a los diferentes ministerios que inciden sobre el sector, y arbitrar soluciones.

Pero entre que nos ponemos de acuerdo y no en como hacer una cadena más fuerte y organizada, nos adelantan por la derecha los nuevos vientos de la protección medioambiental y de la protección de la salud. Es la moda.

Pero se trata de  una moda peligrosa, ya que pretendería poner la carreta delante de los bueyes. Me explico. El objeto de una política agroalimentaria debe ser fortalecer la cadena agroalimentaria en beneficio de la sociedad y de la economía de manera sostenible, los medios o las vías son otra cosa. ¿Como puede pensarse que la espina dorsal de una economía agroalimentaria ha de ser la protección de la salud ?  Será, y sin duda lo es, un elemento a considerar junto con otros, pero no el leitmotiv esencial.

Además, y desde el punto de vista jurídico, el tratado de la UE es claro: la PAC tiene sus objetivos delimitados, y la protección de la salud es una política nacional que encuentra en la UE medidas de apoyo, pero no competencia legislativa.

Dicho esto, la situación es la que es y, por la vía de los hechos, los debates abren espacios que nos llevan a planteamientos desenfocados. Habrían de surgir voces más criticas, llevar cordura al discurso y, de paso, fortalecer esa política agroalimentaria que necesitamos.

Por cierto, que se me olvidaba… ¿a quién se critica en ambos papeles como fuente de todos los males?  A la industria. Pues eso.